¿Cuántas veces has oído la palabra “cambiar” este último tiempo? Muchas, ¿cierto? Los medios nos hablan de cambiar nuestra economía, cambiar la forma de pensar, cambiar el lenguaje, cambiar la forma de hacer política, considerar el cambio climático, etc. En otro entorno nos impulsan a cambiar nuestro celular, nuestro banco, nuestro auto, nuestras compañías de servicios, etc. Nosotros mismos usualmente queremos cambiar de ropa, de comida, cambiar de canal de YouTube o de TV, cambiar la foto de nuestros perfiles, etc, etc, etc. Si lo vemos así el cambio está tan presente en nuestra vida que resulta un poco ilógico que sintamos temor de él. ¿Por qué algunos cambios cuestan y otros no tanto?

Podríamos seguir lanzando ejemplos donde la acción de cambiar está presente. El cambio es algo super normal pero a nosotros, los seres humanos, por alguna razón generalmente nos suena “dramático”. 

Hábitos y cambios.

Imagínate que estás de pie esperando a alguien y sientes el impulso de cruzarte de brazos para sentirte más cómodo. Cruza tus brazos ahora. ¿Qué brazos cruzas por encima y cuál por debajo? Lo más común es que cruces tu brazo izquierdo por encima escondiendo la mano y el derecho por debajo. Es un hábito automático.

Intenta cruzarte los brazos al revés ahora. ¿Cuesta no? Algo que hacemos automáticamente cuesta cambiarlo. Por lo tanto es interesante ponerle atención a nuestros hábitos, sobre todo porque son propios nuestros. 

De esta manera cuando en una situación grupal, o social, nos invitan a cambiar algo algunas personas logran procesar ese cambio de manera más natural que otras. Algunos cambios cuestan y otros no. Nuestra reacción dependerá de los hábitos que cada uno tenga desarrollados frente a la transformación que se nos presenta.

Valores, principios y cambios.

También los cambios van necesariamente ligados a nuestras experiencias de vida y cada vez que nos topamos con alguna encrucijada nos vemos en la obligación de tomar una decisión. En nuestra mente dicha decisión considerará invariablemente un éxito o un fracaso. Indistintamente del resultado este siempre derivará en una experiencia de vida que para nosotros tendrá mucho valor. 

Imagínate en tu trabajo. A lo largo de tu experiencia has cultivado éxitos y fracasos. Por lo tanto esa experiencia nadie podría cuestionarla. Sin embargo un día alguien recién llegado dice que lo que tú has hecho en años lo hace en 5 minutos y mejor. ¿Como te sentirías? No podríamos decir que muy bien. Te estás enfrentando a una encrucijada nueva donde se juegan tus valores y posiblemente tus principios.

Cada uno de nosotros tiene diferentes valores y diferentes principios. Por lo tanto algunos cambios cuestan y otros no porque todo dependerá si dichos cambios los siento como un valor que conversa bien con mis principios o como un ataque contra lo que yo he logrado.

El cambio y el sentido de planificación.

Definiciones y categorías de cambios podemos encontrar muchas pero me gustaría comentarte 3 ejemplos de cambios que encuentro relevantes de identificar y que se relacionan con nuestro sentido de planificación:

  • El cambio elegido: Ya llevas largo tiempo en un trabajo que te tiene mal tanto mental como físicamente. Hace mucho tiempo que le das vuelta al hecho de renunciar. Lo planificas a tu ritmo y cuando llega el día seleccionado tomas la decisión y renuncias. ¿Cómo lo vives? Pues elegiste cambiar de trabajo o simplemente cambiaste tu vida apuntando a lo que sueñas. Es un cambio planificado que tu decidiste y la sensación de libertad que conlleva ese cambio nadie te lo podría negar.
  • El cambio impuesto por otros: Vas con el tiempo justo a una reunión importante y en la única ruta que te sirve para llegar al destino se produce un accidente. Cortan el tráfico de manera indefinida y no puedes salir del atasco, por lo tanto pierdes la hora de la reunión. Tu no elegiste cambiar la hora de dicha reunión sino que la acción de otros te obligó a hacerlo. Es un cambio forzado que no estaba planificado pero que de alguna manera puedes reajustar tu mismo.
  • El cambio impuesto por la vida: Vas al médico por un simple dolor muscular y regresas a tu casa con un diagnóstico inesperado de tumor maligno y alta posibilidad de cáncer. La enfermedad no la elegiste, en este caso simplemente la vida te la impuso. También es un cambio forzado que tampoco tenías planificado y que es muy difícil sobrellevar solo. Necesitas ayuda pero la persona que tomará la última decisión siempre serás tu.
Si, algunos cambios cuestan y otros no tanto.

Pero la vida tiene un sello natural que es la impermanencia, nada es igual todo el tiempo. No hay nada más natural que el cambio. Las flores cambian, el viento cambia, el clima cambia, ningún ser vivo es igual todo el tiempo. En consecuencia si le tememos al cambio posiblemente le estamos temiendo a lo más natural que tenemos: a nuestra vida como seres humanos.

Sé que los cambios, en su mayoría, son difíciles, por consiguiente me atrevería a recomendarte que asimiles el concepto de “experimentar”. Prueba con pequeños experimentos enfocados en tu vulnerabilidad frente al cambio que tienes frente a ti y prueba. Como profesa la filosofía Kaizen: pequeños pasos, grandes logros.

Sin embargo nunca olvides que no hay que cambiar según los patrones de otros sino más bien tratar de ser tu mismo inmerso en esa realidad que cambia para que en la nueva realidad sigas sintiendo que eres tu, la misma persona, pero 2.0, no la persona que otros quieren que seas.


¡Conversemos más!

Si te hace sentido lo que te he planteado acá te invito a que nos detengamos a disfrutar un café, un té, una cerveza o la tranquilidad de un parque en una dinámica conversacional honesta y verdadera. Creo que una conversación es poderosa cuando no es transaccional.

Y si quieres conocer un poco más de mí te cuento que me gusta mucho la Comunicación Estratégica, pero con un sentido. Un gusto será conocerte, por mi lado soy Alfredo ¿y tu?