¿Te ha pasado que quieres explicar algo a alguien y no encuentras las palabras? Sientes que no hay palabras para describir lo que no tiene nombre. Se ha hablado de este bloqueo mental como el fenómeno de “la punta de la lengua” siendo su definición, según Carl Jung, la incapacidad de recordar la palabra correcta. Y puedes encontrar en Google una serie de recomendaciones y ejercicios para encontrar esa palabra perdida.

Pero, ¿qué pasa cuando no encuentras las palabras para explicarte algo a ti mismo? ¿Es igual? Según mi experiencia creo que no.

En un ecosistema donde la información es abundante y donde tenemos respuestas para prácticamente todo de manera inmediata gracias a internet resulta paradójico encontrarnos muchas veces ante sensaciones, emociones o inquietudes que no sabemos qué son, de donde vienen y por qué están ahí. No encontramos las palabras para describirlas, definirlas ni menos nombrarlas. Son indefinidas.

Sin embargo esas indefiniciones están ahí, presentes en nuestra vida. Algunas desde siempre, otras recientes pero al no saber qué son ni cómo se llaman pasan desapercibidas y generalmente les permitimos que se fundan con el “paisaje”.

La importancia de detenerse.

Seguramente ya habrás tenido esa sensación de que el tiempo avanza muy rápido y con él la vida misma. ¿Cómo es posible que ya hayan pasado 2 años y yo lo sentí como 2 meses? Aunque no lo veamos vivimos inmersos en un sistema que nos mide por resultados y rendimiento.

Si somos críticos, tal como nos lo recomienda Byung-Chul Han en su libro “La Sociedad del Cansancio”, nos daremos cuenta que en definitiva es un sistema de rendimiento sin rendimiento, ya que no hay ética de reflexión sino más bien de estímulos para seguir más y más. Es común leer comentarios como “¡Vamos por más!”. Sin embargo en lo más profundo de nosotros hay un cansancio y un agotamiento latente que nos negamos a verbalizar, y menos a nombrarlo.

Hay cosas que vivimos o experimentamos y que simplemente no las vemos. Hemos avanzado y corrido siempre sin detenernos, y durante la carrera nunca ponemos atención a todos los detalles que pasábamos por alto o simplemente no veíamos debido a la velocidad.

Como cuando vas en un tren a un destino aparente a su máxima velocidad y a través de la ventana del vagón solo puedes ver el horizonte del paisaje de manera clara. Sin embargo lo que tienes justo frente a ti no alcanzas a distinguirlo, ni describirlo, solo ves una masa de colores y formas. Incluso cuando intentas enfocar tu vista sobre ella no ves nada, solo logras ser consciente de tu propia velocidad. No hay palabras para describir lo que ves, porque no lo ves.

Pero, ¿por qué son importantes los detalles?

Todos esos detalles que no vemos de manera consciente son los que van creando nuestro sentido de la vida. Si los pasas por alto lo más probable es que en algún momento de tu vida te cuestiones el sentido de todo. Por lo tanto ¿para qué esperar hasta ese momento si puedes detenerte hoy a observar, a contemplar, a reconocer el mundo donde estás viviendo?

“La Sociedad del Cansancio”. Byung-Chul Han

Es un error suponer que uno cuanto más activo es se es más libre. La verdadera libertad es el detenerse, contemplar.

Por lo tanto hagamos uso de nuestra libertad y siguiendo la metáfora del tren a alta velocidad me atrevería a recomendarte las siguientes acciones:

  • Bájate en la próxima estación del tren que vas aunque no la conozcas y descúbrela.
  • Al siguiente viaje toma una ruta distinta a tu destino de siempre y descubre nuevas realidades.
  • Toma un transporte mas lento cuando puedas y reconoce los rincones que antes pasabas por alto.
  • No tomes más ese tren y cambia la ruta.
  • No tomes trenes ni otro transporte por un tiempo y detente para reconciliarte contigo mismo.
El individuo en su mundo simbólico, no en Google.

Recuerdo haber sido parte de los millones de usuarios que Google registra escribiendo frases tales como: “¿por qué me siento así? o ¿qué hacer cuando no hay palabras para describir lo que siento?. Y fue interesante experimentar cuan fácil es despersonalizarse y transformarse en masa gracias al mismo ecosistema digital que tanto nos “facilita” la vida.

Cada uno de nosotros es un individuo y, si lo vemos desde la perspectiva etimológica, un individuo es una unidad indivisible frente a otras unidades en un sistema. Por lo tanto toda respuesta necesariamente debe surgir desde nosotros, no buscarla en Google, o afuera de nosotros, sea cual sea la pregunta.

Creo que la cura a nuestra indefinición proviene a través de escucharse a sí mismo. Cada uno de nosotros tiene sus propios tiempos y ritmos, por lo tanto no hay recetas estándares o que puedan copiarse, solo pueden estimular y allanar el camino. Podríamos decir que tratemos de evitar la Iatrogenia con nosotros mismos, es decir, cómo cuando el doctor causa daño a un paciente de manera no intencional.

Si, suena cliché. Seguramente has leído o escuchado la famosa frase “Todo está en ti.” Sin embargo hay muchos clichés que se han vuelto insoportables producto de la misma sobrecarga de información en la que vivimos diariamente.

Más que desestigmatizar un estereotipo mi intención es invitarte a ser consciente de que eres único, valioso y a estar atento a los detalles de todos tus viajes, ya que todos ellos serán herramientas para el camino. Nuestro mundo simbólico tiene muchísimo que decir respecto a la vida misma.

Por lo tanto cuando nuevamente llegues al punto de decirte a ti mismo: “no hay palabras para describir lo que no tiene nombre” mi invitación es a “palabrear la vida”.


¡Conversemos más!

Si te hace sentido lo que te he planteado acá te invito a que nos detengamos a disfrutar un café, un té, una cerveza o la tranquilidad de un parque en una dinámica conversacional honesta y verdadera. Creo que una conversación es poderosa cuando no es transaccional.

Y si quieres conocer un poco más de mí te cuento que me gusta mucho la Comunicación Estratégica, pero con un sentido. Un gusto será conocerte, por mi lado soy Alfredo ¿y tu?